miércoles, 28 de febrero de 2007

Santa Catarina de Cuevas: otra comunidad que no quiere morir

Y sucede otra vez; “las autoridades” municipales, junto con las estatales y federales, planean mañosamente la desaparición de otra comunidad, al parecer, el proyecto de adherencia de nuestro país, al país comandado por G.W. Bush, que planea Felipe Calderón, incluye nuestra autodestrucción y no concluirá hasta sepultar el último trozo de la vida campesina, quitándole todos sus recursos y mandándolos a las ciudades más industriales, esperanza de nuestro querido gobierno.

Esperando entonces agradar al país del norte se busca agrandar lo mayor posible a los monopolios industriales y comerciales de nuestro país, y cómo hacer esto, pues muy fácil (ha de pensar el recién presidente electo), como las ciudades sólo sirven para consumir pero nunca para producir lo verdaderamente necesario para su subsistencia, lo traen de donde sí hay y sí se está produciendo: del campo.

En esta ocasión se tuvo en la mira a la comunidad de Santa Catarina de Cuevas, por estar asentada sobre un lugar en el que se halla una grande cantidad de agua (recurso éste indispensable y deseado por las ciudades para poder continuar su subsistencia y actividades “productivas”).

Desalojo de otra comunidad, más sobrepoblación en las ciudades, pobreza, enfermedad, falta de trabajo, más campesinos obligados a huir del hambre del campo con su familia hacia la ciudad (donde no hay nada de lo que ellos necesitan), más muerte a la tierra, más muerte al agua, más muerte a la vida.

Con este tipo de decisiones del “ poder” lo que se entrega a la muerte es la vida campesina, se intenta asesinar a hombres y mujeres cuya vida depende de los recursos que se encuentran a su alrededor. Agua es lo que se encuentra principalmente en Santa Catarina de Cuevas, con la que los señores cultivan parcelas agrícolas, han construido acueductos para el riego y sistemas de abasto para que llegue el agua a las casas, han construido sus casas, es decir, han hecho y siguen haciendo lo preciso para proveer de lo necesario a sus hogares y ya no poder llevar lo necesario a su hogar es su principal preocupación; con qué regarán sus parcelas, qué darán de comer a sus animales, y las huertas se secarán, ya no tendrán productos para vender en las ciudades cercanas, en resumen, ya no tendrán trabajo.

Unidas a estas preocupaciones encontramos otras que se generan al interior del hogar y con las que las mujeres están en relación todo el día; la alimentación, la limpieza, la salud. No es que los hombres no se preocupan por eso, la diferencia es que la mayoría de los hombres del campo se ocupan de abastecer su casa de la materia prima que será transformada por las mujeres en las cosas elementales para su vida: la comida, la ropa, los trastes, el cuidado de la casa, la crianza de sus hijos o hijas, los medicamentos, y más . En torno a cada aspecto que se acaba de mencionar giran un gran número de actividades que conforman la vida de las mujeres y la vida de los hombres del campo.

De esta manera, el problema de “Cuevas” (como lo conoce mucha gente) es un problema, no sólo de hombres, no sólo de mujeres, es un problema de toda la comunidad. Y de ello se han dado cuenta las personas que ahí viven pues en un comienzo el conflicto se intentaba resolver principalmente con la participación de los hombres; los dirigentes iban a Celaya (porque la situación incumbe directamente a la Comisión Nacional del Agua, cuyas oficinas estén en Celaya) a tratar de resolver, por la vía legal, esta injusticia. Después, cuando empezaron a ver que nadie quería dar respuestas a sus preguntas, mucho menos hacer caso a sus peticiones, el desánimo intentó invadir a los hombres de esta comunidad, a pesar que sus esposas, hijas, hermanas, madres y algunos señores, es decir, principalmente la parte femenina de población, insistían para que el proceso legal no se detuviera, motivando a los encargados a seguir con el movimiento.

Inevitablemente este movimiento iba perdiendo fuerza y la resignación se iba convirtiendo en una posibilidad. La semana pasada, el movimiento retomó un mayor impulso y la voz de las mujeres salió de sus casas. Se juntaron el miércoles en el lugar donde se reparte la leche liconsa (lugar ineludible de encuentro) y comenzaron la organización de una manifestación de puras mujeres frente al palacio de gobierno: “el presidente nos tiene que hacer caso a nosotras, nos tiene que ayudar” dijo una señora, “queremos ir hasta Guanajuato, pero primero por qué no empezamos aquí”, dijo otra. Y concluyeron que primero debían pedir el apoyo de su misma comunidad y salieron, en grupo, a caminar por la calle, a convocar a la demás gente que estaba en su casa, para llegar, al final de la caminata, a la puerta de la capilla (lugar donde se realizan generalmente las asambleas) con un número mucho mayor de personas que al inicio de la caminata.

Ahí acordaron reunirse el viernes siguiente puesto que en esos días alguien iba para Celaya y el viernes tendría nuevas noticias. El viernes de la “supuesta asamblea” (como la denominó el reportero de El Correo, supuesta para él porque se fue antes de que comenzara) sí se reunió un buen número de personas y se les informó del estado en el que se encontraba el proceso legal y se hizo de su conocimiento que la comunidad sería visitada el lunes 26 por “autoridades” y que así podrían hablar con esas personas directamente. La mala noticia es que los visitantes inspeccionarían el estado de los pozos para checar que todos tuvieran su medidor, mismo que tiene un precio de entre tres mil y cuatro mil pesos y que algunos dueños de pozos no han instalado debido, precisamente, al precio. En caso de no contar con tal medidor se les multará, la multa más baja, les informaron, es de aproximadamente doscientos mil pesos.

Aparte de esa información, se trataron asuntos que tienen que ver con la intranquilidad de las mujeres principalmente, compartieron su preocupación por el problema y estuvieron de acuerdo en comprometerse, junto con toda la comunidad, en este asunto. Ellas estaban dejando que los hombres resolvieran el problema a su modo, pero su desasosiego aumentó cuando fueron concretando la forma en que les afectará la perforación que SIMAPAG está haciendo en una de las hectáreas vendidas, perforación que se planea de 600 metros de profundidad y que ya lleva más de la mitad de avanzado.

Ya no habrá huertas para tomar de ellas los rábanos, las lechugas, los jitomates, la coliflor, cilantro; el maíz aumentará su precio, ya no habrá agua suficiente para mantener la limpieza de la casa puesto que se usará para lo más básico: alimento, medicinas. Esta información se extendería muchísimo más si continuamos enumerando los conflictos que ha traído a Santa Catarina de Cuevas la perforación de ese “gran pozo” y las que traerá y que la mayoría de nosotros imaginamos. El problema ya no es de hombres, mujeres o de una sola comunidad: el problema es nuestro, el problema es de todas y todos.

No hay comentarios.: